La realidad silenciosa y urgente del síndrome de ovario poliquístico
Marcela Opazo Galaz
Académica Obstetricia
Universidad Andrés Bello, Concepción
El Síndrome de Ovario Poliquístico (SOP) es una de las afecciones endocrinas más comunes en las mujeres en edad reproductiva, afectando aproximadamente al 6-10% de las mujeres en Chile, según estimaciones de especialistas en salud reproductiva. Sin embargo, a pesar de su prevalencia, sigue siendo un tema poco visibilizado en el debate público y, en muchos casos, subdiagnosticado, lo que pone en riesgo la salud física y mental de miles de mujeres en nuestro país.
Es un trastorno hormonal complejo que se caracteriza por la presencia de múltiples quistes en los ovarios detectados mediante ecografía, irregularidades menstruales, exceso de andrógenos (hormonas masculinas) que se manifiestan a través de la presencia de acné e hirsutismo y, en muchos casos, resistencia a la insulina o infertilidad.
Estos síntomas pueden variar significativamente de una mujer a otra, lo que a menudo dificulta su diagnóstico temprano. Ocurre, además, que, en lugar de ser reconocidos como posibles indicadores de Síndrome de Ovario Poliquístico, estos síntomas suelen ser minimizados, atribuidos al estrés o a cambios hormonales «normales» durante la adolescencia o la juventud. Es por esto, que es crucial tomar conciencia sobre este síndrome, ya que sus implicancias van mucho más allá de las molestias menstruales.
Los factores de riesgo asociados con el SOP incluyen antecedentes familiares, obesidad y sedentarismo. En Chile, donde la prevalencia de la obesidad es alarmante, especialmente entre las mujeres, el riesgo de desarrollarlo es considerablemente alto. La relación entre obesidad y este síndrome es bidireccional: por un lado, la obesidad puede exacerbar los síntomas, y por otro, el SOP puede contribuir al aumento de peso, creando un círculo vicioso difícil de romper.
Las complicaciones son diversas y preocupantes. Entre ellas destacan la infertilidad, trastornos metabólicos como la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y, en algunos casos, un mayor riesgo de cáncer endometrial. Además, no debemos subestimar el impacto psicológico del SOP, ya que muchas mujeres experimentan ansiedad, depresión y una disminución de la calidad de vida debido a los síntomas y las complicaciones asociadas.
La prevención requiere un enfoque multidisciplinario y proactivo. Es fundamental promover hábitos de vida saludables, como una alimentación balanceada y la práctica regular de ejercicio físico, que pueden ayudar a reducir el riesgo de desarrollarlo y mitigar sus síntomas en mujeres que ya padecen el síndrome. Además, la educación y sensibilización son esenciales para que las mujeres reconozcan los síntomas tempranos y busquen ayuda médica a tiempo.
En cuanto al tratamiento, no existe una cura definitiva, pero hay múltiples opciones terapéuticas que pueden ayudar a controlar los síntomas y prevenir complicaciones. Estas incluyen desde el uso de anticonceptivos orales para regular el ciclo menstrual hasta tratamientos más específicos para la resistencia a la insulina o la infertilidad. Aquí es donde la labor de los profesionales de la salud es crucial: un diagnóstico temprano y un plan de tratamiento personalizado pueden marcar la diferencia en la calidad de vida de las pacientes.
Se trata de un tema que debe ser abordado con mayor seriedad y urgencia en Chile. Las políticas públicas de salud deben enfocarse en la prevención, el diagnóstico temprano y el tratamiento adecuado de esta condición. Asimismo, es imperativo la educación y concientización en torno a este síndrome y que se genere un entorno de apoyo y comprensión para las mujeres que lo padecen. Solo así se puede reducir su impacto y mejorar la vida de miles de chilenas que hoy enfrentan esta realidad en silencio.